Qué calor. Qué calor. Qué calor.
¡Ba!
¡Pesados!
Pues sí, hace mucho calor. ¿Y qué? ¿Acaso no ha ocurrido nada más en el mundo? ¿Toda la humanidad ha sufrido una insolación y es incapaz de hablar de otra cosa?
Idiotas.
Los mercurios se disparan y los cerebros se apagan. ¡Vaya panorama!
Aunque...
¡Virgen, qué asfixia!
Me he pasado toda la mañana rehogadita en mi propio sudor. ¡Si hasta me he tenido que quitar el sostén porque no podía respirar!
(Tú, muchacho, ni se te ocurra conjurar imágenes de mi cuerpo desnudo en tu sucia cabecita de adolescente salido. Un respeto a tus mayores)
La culpa es de las matemáticas, porque:
Ventilador apagado = Churrasco de abuelita a la parrilla
Ventilador encendido = Cubitos de hielo de ancianita
No hay término medio en esta vida, hijo. Y yo, si tengo que elegir entre frío y calor, pues me quedo con el segundo, porque así me voy entrenando para cuando me vaya al otro barrio.
(Los dos sabemos que en mi próxima residencia el presidente de la comunidad se llama Lucifer y le gusta tener la calefacción todo el día encendida)
A pesar de los pesares, todo tiene arreglo en esta vida. Y para que veas que soy generosa te voy a dar la solución, y así de paso recupero mis obligaciones pedagógicas que las tenía un poco abandonadas.
"Cuando haga mucho calor, olvídate del ventilador.
Busca tres idiotas y que te abaniquen de sol a sol."
¿Adivinas a quién he encontrado yo?
miércoles, 1 de julio de 2009
martes, 16 de junio de 2009
Aromas, bastones y verdades
He estado pensando.
Sí, a veces pienso.
Me he dado cuenta de que llegar a viejo tiene sus ventajas. No muchas, pero sí alguna.
Por ejemplo:
1. Puedes decir lo que te dé la gana. Puedes ponerte frente a un chico que lleva un pendiente en la oreja y pontificar sobre que hoy en día los hombres son todos unos mariquitas. Y lo puedes hacer sin miedo a llevarte un guantazo.
2. Puedes drogarte de forma legal. ¡Que vivan las pastillas de todos los colores! Ésta pa la tensión, ésta pa el corazón, ésta pa la memoria, ésta pa que las otras no te hagan estirar la pata… Y además, gratis.
3. Puedes arrearle un bastonazo a todo aquel que se interponga en tu camino. Sin remordimientos, porque nadie te va a devolver el golpe. Puedes incluso zumbarle a alguien sin motivo aparente y asegurar que ha sido un espasmo muscular.
4. Puedes desayunar cuatro veces seguidas o comerte cinco postres o merendar tres pasteles y después hacerte la loca y echarle la culpa al alzheimer. (El señor Alzheimer es un chivo expiatorio muy socorrido).
Pero si eres una mujer y eres vieja hay algo que debes tener en cuenta:
Te van a regalar la colonia de Carmen Sevilla te pongas como te pongas. Aunque la odies. Aunque te den ganas de hacerte un asado de cordero con sus ovejitas. Aunque prefieras la colonia de Britney Spears porque ¡qué caramba! mejor parecer una multimillonaria y joven estrella del pop que una vieja gloria que se cree que con dos trozos de celo en la nuca se quita veinte años de encima.
Te la van a regalar y vas a apestar.
Pero siempre puedes resarcirte, decirle al que te ha hecho el regalo que es un gilipollas y un atontado y después darle un bastonazo.
Porque eres vieja.
Y tú lo vales.
Sí, a veces pienso.
Me he dado cuenta de que llegar a viejo tiene sus ventajas. No muchas, pero sí alguna.
Por ejemplo:
1. Puedes decir lo que te dé la gana. Puedes ponerte frente a un chico que lleva un pendiente en la oreja y pontificar sobre que hoy en día los hombres son todos unos mariquitas. Y lo puedes hacer sin miedo a llevarte un guantazo.
2. Puedes drogarte de forma legal. ¡Que vivan las pastillas de todos los colores! Ésta pa la tensión, ésta pa el corazón, ésta pa la memoria, ésta pa que las otras no te hagan estirar la pata… Y además, gratis.
3. Puedes arrearle un bastonazo a todo aquel que se interponga en tu camino. Sin remordimientos, porque nadie te va a devolver el golpe. Puedes incluso zumbarle a alguien sin motivo aparente y asegurar que ha sido un espasmo muscular.
4. Puedes desayunar cuatro veces seguidas o comerte cinco postres o merendar tres pasteles y después hacerte la loca y echarle la culpa al alzheimer. (El señor Alzheimer es un chivo expiatorio muy socorrido).
Pero si eres una mujer y eres vieja hay algo que debes tener en cuenta:
Te van a regalar la colonia de Carmen Sevilla te pongas como te pongas. Aunque la odies. Aunque te den ganas de hacerte un asado de cordero con sus ovejitas. Aunque prefieras la colonia de Britney Spears porque ¡qué caramba! mejor parecer una multimillonaria y joven estrella del pop que una vieja gloria que se cree que con dos trozos de celo en la nuca se quita veinte años de encima.
Te la van a regalar y vas a apestar.
Pero siempre puedes resarcirte, decirle al que te ha hecho el regalo que es un gilipollas y un atontado y después darle un bastonazo.
Porque eres vieja.
Y tú lo vales.
viernes, 12 de junio de 2009
Amor a dentelladas
Por una vez, y sin que siente un precedente, seré breve:
¡¡¿Podría el atontado de Edward Cullen comportarse como un hombre y zamparse a la insulsa de Bella de un bocado?!!
Virgen, qué pereza me da la historia de esos dos. Mis nietas andan revolucionadas con ese muchacho, parecen un puñado de gallinas cluecas. ¿Sabes esas niñas de quince años que se arrancan el pelo de la cabeza, se arañan la cara y gritan como unas histéricas porque han visto a David Bisbal a un kilómetro de distancia? Pues esas jovencitas son dulces corderitos al lado de las hienas de mis nietas.
Que si los libros, que si la película, que si el tráiler de la nueva entrega (Por cierto, ¿cuatro? ¿No he sufrido ya bastante? ¿Acaso nadie tiene en consideración que estoy a punto de estirar la pata y lo último que deseo es pasar los días que me restan viendo Crepúsculo y sus secuelas una y otra vez?) ¡Estoy hasta el moño!
Amores inmortales. ¿Quién en su sano juicio querría pasar toda la eternidad junto a su marido? Los hombres se mueren antes por una razón. ¡Para permitir que las mujeres podamos vivir en paz!
Jóvenes del mundo, no os dejéis engañar. Puede que ahora su aspecto de muchachito sexy necesitado de una trasfusión y un buen corte de pelo os haga temblar las piernas, pero os aseguro que con la alimentación que lleva terminará como todos: arrugado como una pasa, con barriga de cervecero, sin pelo en la cabeza pero con abundante bello saliendo de sus orejas y su nariz.
¡A Edward Cullen que le lave los calzoncillos su madre! ¡Y a Bella que le chupen la poca sangre que tiene en el cuerpo!
Fin.
¡¡¿Podría el atontado de Edward Cullen comportarse como un hombre y zamparse a la insulsa de Bella de un bocado?!!
Virgen, qué pereza me da la historia de esos dos. Mis nietas andan revolucionadas con ese muchacho, parecen un puñado de gallinas cluecas. ¿Sabes esas niñas de quince años que se arrancan el pelo de la cabeza, se arañan la cara y gritan como unas histéricas porque han visto a David Bisbal a un kilómetro de distancia? Pues esas jovencitas son dulces corderitos al lado de las hienas de mis nietas.
Que si los libros, que si la película, que si el tráiler de la nueva entrega (Por cierto, ¿cuatro? ¿No he sufrido ya bastante? ¿Acaso nadie tiene en consideración que estoy a punto de estirar la pata y lo último que deseo es pasar los días que me restan viendo Crepúsculo y sus secuelas una y otra vez?) ¡Estoy hasta el moño!
Amores inmortales. ¿Quién en su sano juicio querría pasar toda la eternidad junto a su marido? Los hombres se mueren antes por una razón. ¡Para permitir que las mujeres podamos vivir en paz!
Jóvenes del mundo, no os dejéis engañar. Puede que ahora su aspecto de muchachito sexy necesitado de una trasfusión y un buen corte de pelo os haga temblar las piernas, pero os aseguro que con la alimentación que lleva terminará como todos: arrugado como una pasa, con barriga de cervecero, sin pelo en la cabeza pero con abundante bello saliendo de sus orejas y su nariz.
¡A Edward Cullen que le lave los calzoncillos su madre! ¡Y a Bella que le chupen la poca sangre que tiene en el cuerpo!
Fin.
martes, 2 de junio de 2009
Comer o no comer. He ahí la cuestión
(El que avisa no es traidor. No leas esto antes de comer. Contiene referencias escatológicas que podrían provocarte un corte de digestión)
Es lo que tiene la crisis.
Que pagan justos por pecadores.
Un super jefazo de una supermultinacional se pega la gran vida, especula a placer, arriesga hasta los calzoncillos de sus clientes, y cuando la burbuja explota, él se exilia a una isla del Caribe y 5.000 curritos hacen fila frente a las oficinas del INEM.
Pues en mi casa igual.
Mi nieta la licenciada se queda sin trabajo (la culpa es suya ¿a quién se le ocurre estudiar historia? ¿Para qué sirve eso?) y yo me enfrento a morir envenenada cada día a la hora de comer. Porque claro, como la niña no tiene nada mejor que hacer (a parte de intentar apoderarse del mando a distancia) se dedica a cocinar.
¿Alguna vez has probado la caca, hijo?
¡Ba! No te pongas colorado. Seguro que cuando eras pequeño, en una de esas ocasiones en las que tu mamá te dejó a solas sentado en el orinal, tuviste la misma necesidad de experimentar que los demás. Todos hemos metido la mano donde no debíamos y hemos aprendido que lo que sale del cuerpo no debería volver a entrar.
Pues te aseguro que las “delicias” elaboradas por mi nieta la licenciada son mil veces peor que un plato de mierda. Yo estoy perdiendo la chaveta y no podría decirte los ingredientes exactos para cocinar un buen bacalao a la vizcaína, pero sé positivamente que el matarratas no forma parte de la receta.
Para que te hagas una idea, te cuento sus últimas innovaciones culinarias:
-Spaghetti boloñesa. Versión sin carne, pero con algo que parecían trozos de chorizo, con salsa de tomate extra dulce y tan blandos que… mmmm… se deshacían en la boca.
-Puré de calabacín no apto para hipertensos. Aderezado con un kilo de sal, enormes cachos de patata y trozos de miga de pan que pretendían ser picatostes, pero no lo eran.
-Zapatilla de ternera con ajos churruscados “sumergida” en dos litros de aceite de oliva.
-Dorada “del mar al plato”. Tan cruda, tan cruda que estoy convencida de que la pobre me guiñó un ojo.
Y como todo lo que cocina es tan repugnante que ni siquiera ella misma quiere probarlo, llevamos una semana encargando comida: chino, pizza, chino, pizza, chino, pizza…
Esta cría quiere acabar conmigo. ¡Me voy a poner como una foca! Y con la operación biquini ya iniciada, me veo este verano en la playa con traje de neopreno para ocultar los michelines. ¿Me visualizas? ¿Mi cuerpo serrano bien fajado con plástico negro?
¡Líbreme Dios de las licenciadas en paro con nulo talento para la cocina!
(A ésta tampoco la casamos, eso seguro)
Es lo que tiene la crisis.
Que pagan justos por pecadores.
Un super jefazo de una supermultinacional se pega la gran vida, especula a placer, arriesga hasta los calzoncillos de sus clientes, y cuando la burbuja explota, él se exilia a una isla del Caribe y 5.000 curritos hacen fila frente a las oficinas del INEM.
Pues en mi casa igual.
Mi nieta la licenciada se queda sin trabajo (la culpa es suya ¿a quién se le ocurre estudiar historia? ¿Para qué sirve eso?) y yo me enfrento a morir envenenada cada día a la hora de comer. Porque claro, como la niña no tiene nada mejor que hacer (a parte de intentar apoderarse del mando a distancia) se dedica a cocinar.
¿Alguna vez has probado la caca, hijo?
¡Ba! No te pongas colorado. Seguro que cuando eras pequeño, en una de esas ocasiones en las que tu mamá te dejó a solas sentado en el orinal, tuviste la misma necesidad de experimentar que los demás. Todos hemos metido la mano donde no debíamos y hemos aprendido que lo que sale del cuerpo no debería volver a entrar.
Pues te aseguro que las “delicias” elaboradas por mi nieta la licenciada son mil veces peor que un plato de mierda. Yo estoy perdiendo la chaveta y no podría decirte los ingredientes exactos para cocinar un buen bacalao a la vizcaína, pero sé positivamente que el matarratas no forma parte de la receta.
Para que te hagas una idea, te cuento sus últimas innovaciones culinarias:
-Spaghetti boloñesa. Versión sin carne, pero con algo que parecían trozos de chorizo, con salsa de tomate extra dulce y tan blandos que… mmmm… se deshacían en la boca.
-Puré de calabacín no apto para hipertensos. Aderezado con un kilo de sal, enormes cachos de patata y trozos de miga de pan que pretendían ser picatostes, pero no lo eran.
-Zapatilla de ternera con ajos churruscados “sumergida” en dos litros de aceite de oliva.
-Dorada “del mar al plato”. Tan cruda, tan cruda que estoy convencida de que la pobre me guiñó un ojo.
Y como todo lo que cocina es tan repugnante que ni siquiera ella misma quiere probarlo, llevamos una semana encargando comida: chino, pizza, chino, pizza, chino, pizza…
Esta cría quiere acabar conmigo. ¡Me voy a poner como una foca! Y con la operación biquini ya iniciada, me veo este verano en la playa con traje de neopreno para ocultar los michelines. ¿Me visualizas? ¿Mi cuerpo serrano bien fajado con plástico negro?
¡Líbreme Dios de las licenciadas en paro con nulo talento para la cocina!
(A ésta tampoco la casamos, eso seguro)
miércoles, 20 de mayo de 2009
¿Has visto a este hombre?

Míralo bien. Fíjate en sus ojillos rasgados y en su sonrisa de autosuficiencia. Si lo conoces seguro que entenderás mi odio hacia él.
Doctor Kawashima se hace llamar. ¡Ja! Doctor cabronazo lo llamaría yo. Nunca me han gustado los matasanos pero te aseguro que el disgusto que me provoca este hombre no lo había sentido nunca antes.
Llegó a mi vida camuflado dentro de una maquinita blanca. Un instrumento que parecía inofensivo y que ha resultado ser un caballo de Troya dejado en la playa para atormentarme la vida.
Bueno, lo reconozco. Era un regalo de cumpleaños para mi nieta la mayor. (Por cierto, hijo, haciendo un inciso, todavía no la hemos conseguido casar. No te mentiré, joven no es. De hecho está ya para vestir santos pero, ¿no estarías interesado en hacerme un favorcillo y llevártela de casa?).
A lo que iba, que me distraigo. Cogí la maquinita mientras mi nieta estaba despistada y ahí estaba él. Retándome a un test de edad mental. Así que recogí el guante y seguí sus instrucciones.
Operaciones matemáticas, identificación de colores, ejercicios de retentiva. Me tiré dos horas enteras para resolver todas las pruebas y al final el Doctor Kawashima, con una sonrisa en su estúpida cara me soltó:
“No tenemos valores para expresar su edad mental”.
“Lógico”, pensé yo. Porque soy un auténtico genio y no hay forma de medir mi genialidad.
Pero en realidad lo que el tipo quería decir era que los resultados de mi test indicaban que o bien lo había realizado un simio muy listo o un ser humano muy tonto.
Doctor Kawashima se hace llamar. ¡Ja! Doctor cabronazo lo llamaría yo. Nunca me han gustado los matasanos pero te aseguro que el disgusto que me provoca este hombre no lo había sentido nunca antes.
Llegó a mi vida camuflado dentro de una maquinita blanca. Un instrumento que parecía inofensivo y que ha resultado ser un caballo de Troya dejado en la playa para atormentarme la vida.
Bueno, lo reconozco. Era un regalo de cumpleaños para mi nieta la mayor. (Por cierto, hijo, haciendo un inciso, todavía no la hemos conseguido casar. No te mentiré, joven no es. De hecho está ya para vestir santos pero, ¿no estarías interesado en hacerme un favorcillo y llevártela de casa?).
A lo que iba, que me distraigo. Cogí la maquinita mientras mi nieta estaba despistada y ahí estaba él. Retándome a un test de edad mental. Así que recogí el guante y seguí sus instrucciones.
Operaciones matemáticas, identificación de colores, ejercicios de retentiva. Me tiré dos horas enteras para resolver todas las pruebas y al final el Doctor Kawashima, con una sonrisa en su estúpida cara me soltó:
“No tenemos valores para expresar su edad mental”.
“Lógico”, pensé yo. Porque soy un auténtico genio y no hay forma de medir mi genialidad.
Pero en realidad lo que el tipo quería decir era que los resultados de mi test indicaban que o bien lo había realizado un simio muy listo o un ser humano muy tonto.
Qué vergüenza, atreverse a insultar a una pobre anciana.
Pero que conste que la culpa es del cacharro ese. Tenías que haberme oído mientras gritaba:
“¡Amarillo!” “¡Azul!” “¡Rojo!” “¡Amarillo!” “¡Amarillo!” “¡¡¡Amarillo!!!” “¡¡¡¡AMARILLOOOOOO!!!” “¡¡¡ESTÚPIDO CHINO TE ESTOY DICIENDO QUE ES AMARILLOOOOOO!!!”
Pienso escribir una queja a los fabricantes, porque los test que me hacen en el ambulatorio para ver qué tal tengo el alzheimer no son tan complicados. Pero vamos, que a mi ese doctor de pacotilla no me torea. Como me llamo María que antes de irme al otro barrio mi edad mental será la de una joven lozana de 20 años y la velocidad de trabajo de mi cerebro superará a la del Concorde.
Pero que conste que la culpa es del cacharro ese. Tenías que haberme oído mientras gritaba:
“¡Amarillo!” “¡Azul!” “¡Rojo!” “¡Amarillo!” “¡Amarillo!” “¡¡¡Amarillo!!!” “¡¡¡¡AMARILLOOOOOO!!!” “¡¡¡ESTÚPIDO CHINO TE ESTOY DICIENDO QUE ES AMARILLOOOOOO!!!”
Pienso escribir una queja a los fabricantes, porque los test que me hacen en el ambulatorio para ver qué tal tengo el alzheimer no son tan complicados. Pero vamos, que a mi ese doctor de pacotilla no me torea. Como me llamo María que antes de irme al otro barrio mi edad mental será la de una joven lozana de 20 años y la velocidad de trabajo de mi cerebro superará a la del Concorde.
jueves, 14 de mayo de 2009
No lo repetiré otra vez
Ejem.
Primero:
soy una pésima perdedora. Mala, mala, mala. Mejor que nunca tengas la desgracia de ganarme en algo porque el placer de la victoria no te compensará por las consecuencias terroríficas de semejante afrenta.
Segundo:
¿¿¿4-1??? ¿¿¿4-1??? ¿¿¿4-1???
Tercero:
si has oido en las noticias que ayer se cometieron actos bandálicos, que sepas que uno de los bandalos fui yo. Después del partido salí al balcón, cogí la bandera que había colgado mi nieta y le prendí fuego. (Por cierto que algunos trozos le cayeron a mi vecina de abajo y le carbonizaron todos los geranios).
Cuarto:
Hoy ya estoy más tranquila. Se me ha pasado el mosqueo y veo las cosas con perspectiva. Sólo es un juego. Lo importante es participar. A veces se gana... y a veces te meten cuatro goles por no saber hacer la o con un canuto.
¡Ultima vez que dejo que esos cafres me engañen y me hagan ilusionarme con un imposible!
(Entre tú y yo, hijo, ahora que no nos oye nadie. Renuncio a mi segunda nacionalidad, que yo nací en el Reino de Navarra y allí el Osasuna no da estos disgustos)
Primero:
soy una pésima perdedora. Mala, mala, mala. Mejor que nunca tengas la desgracia de ganarme en algo porque el placer de la victoria no te compensará por las consecuencias terroríficas de semejante afrenta.
Segundo:
¿¿¿4-1??? ¿¿¿4-1??? ¿¿¿4-1???
Tercero:
si has oido en las noticias que ayer se cometieron actos bandálicos, que sepas que uno de los bandalos fui yo. Después del partido salí al balcón, cogí la bandera que había colgado mi nieta y le prendí fuego. (Por cierto que algunos trozos le cayeron a mi vecina de abajo y le carbonizaron todos los geranios).
Cuarto:
Hoy ya estoy más tranquila. Se me ha pasado el mosqueo y veo las cosas con perspectiva. Sólo es un juego. Lo importante es participar. A veces se gana... y a veces te meten cuatro goles por no saber hacer la o con un canuto.
¡Ultima vez que dejo que esos cafres me engañen y me hagan ilusionarme con un imposible!
(Entre tú y yo, hijo, ahora que no nos oye nadie. Renuncio a mi segunda nacionalidad, que yo nací en el Reino de Navarra y allí el Osasuna no da estos disgustos)
martes, 12 de mayo de 2009
Nadar contra corriente. ¿Y para qué?
Lo he intentado con todas mis fuerzas. De verdad que sí, hijo.
He puesto todo mi empeño, todas mis ganas y aún así no he tenido más remedio que rendirme.
¡Yo! Que durante toda mi vida he luchado con uñas y dientes para resistirme a la atracción de los fenómenos de masas.¡Yo! Que he despotricado de una y mil maneras contra los borregos que se unen para gritar al unísono: ¡¡Beeeeeeeeeeeee!!
Mírame ahora. Como diría mi nieta la mayor: me he bajado los pantalones.
Lo peor es que mi plan estaba funcionando. Llevaba cuatro días encerrada en casa, con las persianas bajadas y la televisión desconectada. Sólo salía de la cama para comer e ir al retrete y aún así me han atrapado.
La culpa la tiene mi nieta la pequeña. Maldita sea su estampa. Para una vez que se le ocurre pisar mi casa y lo hace vestida con esa camiseta.
La rojiblanca.
Fue verla y sentir la fiebre. La euforia me invadió y la adrenalina recorrió mis viejos miembros. Me sentí poseída. Salté de la cama, salí a la terraza vestida solo con mi camisón y grité a los cuatro vientos:
«¡¡¡Athleeeeeeeeeeeetic!!!»
«¡¡¡Riau!!!» contestaron varios forofos que pasaban por la calle en aquel momento.
Fue un momento mágico. Orgásmico (sí, hijo, no te me sonrojes, que yo también he sido joven y he tenido mis… ejem… gratificaciones).
Así que aquí estoy. Sentada en el sofá viendo el Teleberri, con mi camiseta a rayas rojas y blancas, mi gorra con el escudo del Athletic y la bufanda alrededor del cuello. Yo, que nunca he sido futbolera y no tengo idea del nombre de uno solo de los jugadores. Si hasta he convencido a mi nieta la pequeña para que cuelgue una bandera en mi balcón.
La muy zorra dice que soy una vendida. Una chaquetera. Me ha llamado traidora, “esquirola” porque ni siquiera soy de Bilbao.
Hoy todo me da lo mismo. Hoy hasta podría aceptar dejarle mis perlas cuando me muera. Porque los de Bilbao nacemos donde queremos y nos empadronamos cuando nos da la gana. Nunca es tarde, hijo. Aprovecha y únete a nosotros.
Mañana es el gran día.
Espero que Dios no me la juegue, me conceda una prórroga y me permita disfrutar del partido del siglo.
Porque…
¡¡¡ESTA COPA, LA VAMOS A GANAR!!!

Lástima no tener ¿treinta? ¿cuarenta? años menos para haber ido a Valencia, porque como ganemos ¡van a tener unas nuevas Fallas!
He puesto todo mi empeño, todas mis ganas y aún así no he tenido más remedio que rendirme.
¡Yo! Que durante toda mi vida he luchado con uñas y dientes para resistirme a la atracción de los fenómenos de masas.¡Yo! Que he despotricado de una y mil maneras contra los borregos que se unen para gritar al unísono: ¡¡Beeeeeeeeeeeee!!
Mírame ahora. Como diría mi nieta la mayor: me he bajado los pantalones.
Lo peor es que mi plan estaba funcionando. Llevaba cuatro días encerrada en casa, con las persianas bajadas y la televisión desconectada. Sólo salía de la cama para comer e ir al retrete y aún así me han atrapado.
La culpa la tiene mi nieta la pequeña. Maldita sea su estampa. Para una vez que se le ocurre pisar mi casa y lo hace vestida con esa camiseta.
La rojiblanca.
Fue verla y sentir la fiebre. La euforia me invadió y la adrenalina recorrió mis viejos miembros. Me sentí poseída. Salté de la cama, salí a la terraza vestida solo con mi camisón y grité a los cuatro vientos:
«¡¡¡Athleeeeeeeeeeeetic!!!»
«¡¡¡Riau!!!» contestaron varios forofos que pasaban por la calle en aquel momento.
Fue un momento mágico. Orgásmico (sí, hijo, no te me sonrojes, que yo también he sido joven y he tenido mis… ejem… gratificaciones).
Así que aquí estoy. Sentada en el sofá viendo el Teleberri, con mi camiseta a rayas rojas y blancas, mi gorra con el escudo del Athletic y la bufanda alrededor del cuello. Yo, que nunca he sido futbolera y no tengo idea del nombre de uno solo de los jugadores. Si hasta he convencido a mi nieta la pequeña para que cuelgue una bandera en mi balcón.
La muy zorra dice que soy una vendida. Una chaquetera. Me ha llamado traidora, “esquirola” porque ni siquiera soy de Bilbao.
Hoy todo me da lo mismo. Hoy hasta podría aceptar dejarle mis perlas cuando me muera. Porque los de Bilbao nacemos donde queremos y nos empadronamos cuando nos da la gana. Nunca es tarde, hijo. Aprovecha y únete a nosotros.
Mañana es el gran día.
Espero que Dios no me la juegue, me conceda una prórroga y me permita disfrutar del partido del siglo.
Porque…
¡¡¡ESTA COPA, LA VAMOS A GANAR!!!

Lástima no tener ¿treinta? ¿cuarenta? años menos para haber ido a Valencia, porque como ganemos ¡van a tener unas nuevas Fallas!
jueves, 7 de mayo de 2009
El pan de cada día
A ver si me explico.
¡Yo tengo una vida!
Tal vez te pienses que mi día a día se reduce a contar los minutos sentada en el sofá mientras intento contener al máximo las ganas de visitar el retrete.
Pero te equivocas. Y de qué modo. Lee y aprende. Mi rutina en 15 pasos.
1. Abro un ojo y me aseguro de estar todavía en este barrio. Me levanto, me cambio de ropa y hago mi cama (se sobreentiende que entremedias he visitado el baño para mear y para peinarme los cuatro pelos que adornan mi preciosa cabecita).
2. Desayuno. Bueno, sólo si me acuerdo.
3. Bajo a casa de mi hija y, si mis nietas continúan durmiendo, les enciendo la luz y las obligo a despertarse para que me enciendan el televisor.
4. Me siento en el sofá, encajo mi cuerpo en la silueta que he dejado en los cojines y me preparo para la maratón.
5. Me informo de lo que ha pasado en el mundo con Los desayunos de TVE.
6. Me trago Saber Vivir, porque no sé si lo sabes, pero cuando llegas a viejo quieres conocer hasta el más mínimo truquito para prolongar un poco más tu patética existencia.
7. Veo Esta mañana. Sé que algún día no muy lejano, mi vecina aparecerá en pantalla por haber matado al idiota de su marido de un buen sartenazo.
8. Me siento en la mesa para comer. Para entonces alguna de mis nietas ya ha regresado del trabajo y me ha preparado la manduca.
9. Me como el postre y me vuelvo al sofá a ver el telediario.
10. Empieza mi parte favorita del día: mis nietas quieren ver ese programilla de bailarines mariquitas y yo quiero ver La Primera. Así que inicio la táctica de “El día de la marmota”.
11. Después de una hora mis nietas se tiran de los pelos, se rasgan las vestiduras y cambian de canal. Comienza el culebrón: primero Amar en tiempos revueltos, luego Doña Barbara y después Victoria. No me entero de nada porque me paso todo el rato roncando en el sofá.
12. Me despierto a tiempo para ver España directo y después Gente. Sigo esperando ver a mi vecina con los rulos en la cabeza y la sartén en la mano. Otro día será.
13. Me dan de cenar. Mientras tanto veo el telediario y me sorprendo con cada noticia porque la verdad es que se me ha olvidado todo desde la hora de la comida.
14. Comienza la fase 2 de “El día de la marmota”. Mis nietas quieren ver una serie de esas creadas por el Maligno y yo sigo queriendo ver La Primera. Los ojos me escuecen más que nunca, no puedo abrirlos, necesito gotas y gotas y gotas. Pero las muy jodidas hacen oídos sordos de mis súplicas y concentran toda su atención en el televisor.
15. Derrotada me subo a mi casa y me meto en la cama. Tardo un minuto en quedarme dormida. Mi último pensamiento: “Mañana más”.
¿Te parece que con semejante agenda tengo tiempo de preocuparme por escribir en este maldito blog? ¿Y si me pierdo algo importante? ¿Y si descubren la cura contra el mal que aqueja mis ojos y yo no me entero? ¿Y si anuncian que me van a subir la pensión y yo estoy por ahí tratando de idear una historieta para contarte?
¡Búscate una novia, hijo! ¡Insiste con la tetona!
No es sano que estés obsesionado conmigo, ¡podría ser tu abuela!
¡Yo tengo una vida!
Tal vez te pienses que mi día a día se reduce a contar los minutos sentada en el sofá mientras intento contener al máximo las ganas de visitar el retrete.
Pero te equivocas. Y de qué modo. Lee y aprende. Mi rutina en 15 pasos.
1. Abro un ojo y me aseguro de estar todavía en este barrio. Me levanto, me cambio de ropa y hago mi cama (se sobreentiende que entremedias he visitado el baño para mear y para peinarme los cuatro pelos que adornan mi preciosa cabecita).
2. Desayuno. Bueno, sólo si me acuerdo.
3. Bajo a casa de mi hija y, si mis nietas continúan durmiendo, les enciendo la luz y las obligo a despertarse para que me enciendan el televisor.
4. Me siento en el sofá, encajo mi cuerpo en la silueta que he dejado en los cojines y me preparo para la maratón.
5. Me informo de lo que ha pasado en el mundo con Los desayunos de TVE.
6. Me trago Saber Vivir, porque no sé si lo sabes, pero cuando llegas a viejo quieres conocer hasta el más mínimo truquito para prolongar un poco más tu patética existencia.
7. Veo Esta mañana. Sé que algún día no muy lejano, mi vecina aparecerá en pantalla por haber matado al idiota de su marido de un buen sartenazo.
8. Me siento en la mesa para comer. Para entonces alguna de mis nietas ya ha regresado del trabajo y me ha preparado la manduca.
9. Me como el postre y me vuelvo al sofá a ver el telediario.
10. Empieza mi parte favorita del día: mis nietas quieren ver ese programilla de bailarines mariquitas y yo quiero ver La Primera. Así que inicio la táctica de “El día de la marmota”.
11. Después de una hora mis nietas se tiran de los pelos, se rasgan las vestiduras y cambian de canal. Comienza el culebrón: primero Amar en tiempos revueltos, luego Doña Barbara y después Victoria. No me entero de nada porque me paso todo el rato roncando en el sofá.
12. Me despierto a tiempo para ver España directo y después Gente. Sigo esperando ver a mi vecina con los rulos en la cabeza y la sartén en la mano. Otro día será.
13. Me dan de cenar. Mientras tanto veo el telediario y me sorprendo con cada noticia porque la verdad es que se me ha olvidado todo desde la hora de la comida.
14. Comienza la fase 2 de “El día de la marmota”. Mis nietas quieren ver una serie de esas creadas por el Maligno y yo sigo queriendo ver La Primera. Los ojos me escuecen más que nunca, no puedo abrirlos, necesito gotas y gotas y gotas. Pero las muy jodidas hacen oídos sordos de mis súplicas y concentran toda su atención en el televisor.
15. Derrotada me subo a mi casa y me meto en la cama. Tardo un minuto en quedarme dormida. Mi último pensamiento: “Mañana más”.
¿Te parece que con semejante agenda tengo tiempo de preocuparme por escribir en este maldito blog? ¿Y si me pierdo algo importante? ¿Y si descubren la cura contra el mal que aqueja mis ojos y yo no me entero? ¿Y si anuncian que me van a subir la pensión y yo estoy por ahí tratando de idear una historieta para contarte?
¡Búscate una novia, hijo! ¡Insiste con la tetona!
No es sano que estés obsesionado conmigo, ¡podría ser tu abuela!
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