miércoles, 1 de julio de 2009

Sabiduría recalentada

Qué calor. Qué calor. Qué calor.
¡Ba!
¡Pesados!
Pues sí, hace mucho calor. ¿Y qué? ¿Acaso no ha ocurrido nada más en el mundo? ¿Toda la humanidad ha sufrido una insolación y es incapaz de hablar de otra cosa?
Idiotas.
Los mercurios se disparan y los cerebros se apagan. ¡Vaya panorama!
Aunque...
¡Virgen, qué asfixia!
Me he pasado toda la mañana rehogadita en mi propio sudor. ¡Si hasta me he tenido que quitar el sostén porque no podía respirar!
(Tú, muchacho, ni se te ocurra conjurar imágenes de mi cuerpo desnudo en tu sucia cabecita de adolescente salido. Un respeto a tus mayores)
La culpa es de las matemáticas, porque:
Ventilador apagado = Churrasco de abuelita a la parrilla
Ventilador encendido = Cubitos de hielo de ancianita
No hay término medio en esta vida, hijo. Y yo, si tengo que elegir entre frío y calor, pues me quedo con el segundo, porque así me voy entrenando para cuando me vaya al otro barrio.
(Los dos sabemos que en mi próxima residencia el presidente de la comunidad se llama Lucifer y le gusta tener la calefacción todo el día encendida)
A pesar de los pesares, todo tiene arreglo en esta vida. Y para que veas que soy generosa te voy a dar la solución, y así de paso recupero mis obligaciones pedagógicas que las tenía un poco abandonadas.

"Cuando haga mucho calor, olvídate del ventilador.
Busca tres idiotas y que te abaniquen de sol a sol."

¿Adivinas a quién he encontrado yo?

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