martes, 16 de junio de 2009

Aromas, bastones y verdades

He estado pensando.
Sí, a veces pienso.
Me he dado cuenta de que llegar a viejo tiene sus ventajas. No muchas, pero sí alguna.
Por ejemplo:

1. Puedes decir lo que te dé la gana. Puedes ponerte frente a un chico que lleva un pendiente en la oreja y pontificar sobre que hoy en día los hombres son todos unos mariquitas. Y lo puedes hacer sin miedo a llevarte un guantazo.
2. Puedes drogarte de forma legal. ¡Que vivan las pastillas de todos los colores! Ésta pa la tensión, ésta pa el corazón, ésta pa la memoria, ésta pa que las otras no te hagan estirar la pata… Y además, gratis.
3. Puedes arrearle un bastonazo a todo aquel que se interponga en tu camino. Sin remordimientos, porque nadie te va a devolver el golpe. Puedes incluso zumbarle a alguien sin motivo aparente y asegurar que ha sido un espasmo muscular.
4. Puedes desayunar cuatro veces seguidas o comerte cinco postres o merendar tres pasteles y después hacerte la loca y echarle la culpa al alzheimer. (El señor Alzheimer es un chivo expiatorio muy socorrido).

Pero si eres una mujer y eres vieja hay algo que debes tener en cuenta:

Te van a regalar la colonia de Carmen Sevilla te pongas como te pongas. Aunque la odies. Aunque te den ganas de hacerte un asado de cordero con sus ovejitas. Aunque prefieras la colonia de Britney Spears porque ¡qué caramba! mejor parecer una multimillonaria y joven estrella del pop que una vieja gloria que se cree que con dos trozos de celo en la nuca se quita veinte años de encima.
Te la van a regalar y vas a apestar.
Pero siempre puedes resarcirte, decirle al que te ha hecho el regalo que es un gilipollas y un atontado y después darle un bastonazo.
Porque eres vieja.
Y tú lo vales.

viernes, 12 de junio de 2009

Amor a dentelladas

Por una vez, y sin que siente un precedente, seré breve:

¡¡¿Podría el atontado de Edward Cullen comportarse como un hombre y zamparse a la insulsa de Bella de un bocado?!!

Virgen, qué pereza me da la historia de esos dos. Mis nietas andan revolucionadas con ese muchacho, parecen un puñado de gallinas cluecas. ¿Sabes esas niñas de quince años que se arrancan el pelo de la cabeza, se arañan la cara y gritan como unas histéricas porque han visto a David Bisbal a un kilómetro de distancia? Pues esas jovencitas son dulces corderitos al lado de las hienas de mis nietas.
Que si los libros, que si la película, que si el tráiler de la nueva entrega (Por cierto, ¿cuatro? ¿No he sufrido ya bastante? ¿Acaso nadie tiene en consideración que estoy a punto de estirar la pata y lo último que deseo es pasar los días que me restan viendo Crepúsculo y sus secuelas una y otra vez?) ¡Estoy hasta el moño!
Amores inmortales. ¿Quién en su sano juicio querría pasar toda la eternidad junto a su marido? Los hombres se mueren antes por una razón. ¡Para permitir que las mujeres podamos vivir en paz!
Jóvenes del mundo, no os dejéis engañar. Puede que ahora su aspecto de muchachito sexy necesitado de una trasfusión y un buen corte de pelo os haga temblar las piernas, pero os aseguro que con la alimentación que lleva terminará como todos: arrugado como una pasa, con barriga de cervecero, sin pelo en la cabeza pero con abundante bello saliendo de sus orejas y su nariz.
¡A Edward Cullen que le lave los calzoncillos su madre! ¡Y a Bella que le chupen la poca sangre que tiene en el cuerpo!
Fin.

martes, 2 de junio de 2009

Comer o no comer. He ahí la cuestión

(El que avisa no es traidor. No leas esto antes de comer. Contiene referencias escatológicas que podrían provocarte un corte de digestión)

Es lo que tiene la crisis.
Que pagan justos por pecadores.
Un super jefazo de una supermultinacional se pega la gran vida, especula a placer, arriesga hasta los calzoncillos de sus clientes, y cuando la burbuja explota, él se exilia a una isla del Caribe y 5.000 curritos hacen fila frente a las oficinas del INEM.
Pues en mi casa igual.
Mi nieta la licenciada se queda sin trabajo (la culpa es suya ¿a quién se le ocurre estudiar historia? ¿Para qué sirve eso?) y yo me enfrento a morir envenenada cada día a la hora de comer. Porque claro, como la niña no tiene nada mejor que hacer (a parte de intentar apoderarse del mando a distancia) se dedica a cocinar.
¿Alguna vez has probado la caca, hijo?
¡Ba! No te pongas colorado. Seguro que cuando eras pequeño, en una de esas ocasiones en las que tu mamá te dejó a solas sentado en el orinal, tuviste la misma necesidad de experimentar que los demás. Todos hemos metido la mano donde no debíamos y hemos aprendido que lo que sale del cuerpo no debería volver a entrar.
Pues te aseguro que las “delicias” elaboradas por mi nieta la licenciada son mil veces peor que un plato de mierda. Yo estoy perdiendo la chaveta y no podría decirte los ingredientes exactos para cocinar un buen bacalao a la vizcaína, pero sé positivamente que el matarratas no forma parte de la receta.
Para que te hagas una idea, te cuento sus últimas innovaciones culinarias:
-Spaghetti boloñesa. Versión sin carne, pero con algo que parecían trozos de chorizo, con salsa de tomate extra dulce y tan blandos que… mmmm… se deshacían en la boca.
-Puré de calabacín no apto para hipertensos. Aderezado con un kilo de sal, enormes cachos de patata y trozos de miga de pan que pretendían ser picatostes, pero no lo eran.
-Zapatilla de ternera con ajos churruscados “sumergida” en dos litros de aceite de oliva.
-Dorada “del mar al plato”. Tan cruda, tan cruda que estoy convencida de que la pobre me guiñó un ojo.
Y como todo lo que cocina es tan repugnante que ni siquiera ella misma quiere probarlo, llevamos una semana encargando comida: chino, pizza, chino, pizza, chino, pizza…
Esta cría quiere acabar conmigo. ¡Me voy a poner como una foca! Y con la operación biquini ya iniciada, me veo este verano en la playa con traje de neopreno para ocultar los michelines. ¿Me visualizas? ¿Mi cuerpo serrano bien fajado con plástico negro?
¡Líbreme Dios de las licenciadas en paro con nulo talento para la cocina!
(A ésta tampoco la casamos, eso seguro)