miércoles, 20 de mayo de 2009

¿Has visto a este hombre?


Míralo bien. Fíjate en sus ojillos rasgados y en su sonrisa de autosuficiencia. Si lo conoces seguro que entenderás mi odio hacia él.
Doctor Kawashima se hace llamar. ¡Ja! Doctor cabronazo lo llamaría yo. Nunca me han gustado los matasanos pero te aseguro que el disgusto que me provoca este hombre no lo había sentido nunca antes.
Llegó a mi vida camuflado dentro de una maquinita blanca. Un instrumento que parecía inofensivo y que ha resultado ser un caballo de Troya dejado en la playa para atormentarme la vida.
Bueno, lo reconozco. Era un regalo de cumpleaños para mi nieta la mayor. (Por cierto, hijo, haciendo un inciso, todavía no la hemos conseguido casar. No te mentiré, joven no es. De hecho está ya para vestir santos pero, ¿no estarías interesado en hacerme un favorcillo y llevártela de casa?).
A lo que iba, que me distraigo. Cogí la maquinita mientras mi nieta estaba despistada y ahí estaba él. Retándome a un test de edad mental. Así que recogí el guante y seguí sus instrucciones.
Operaciones matemáticas, identificación de colores, ejercicios de retentiva. Me tiré dos horas enteras para resolver todas las pruebas y al final el Doctor Kawashima, con una sonrisa en su estúpida cara me soltó:

“No tenemos valores para expresar su edad mental”.

“Lógico”, pensé yo. Porque soy un auténtico genio y no hay forma de medir mi genialidad.
Pero en realidad lo que el tipo quería decir era que los resultados de mi test indicaban que o bien lo había realizado un simio muy listo o un ser humano muy tonto.
Qué vergüenza, atreverse a insultar a una pobre anciana.
Pero que conste que la culpa es del cacharro ese. Tenías que haberme oído mientras gritaba:
“¡Amarillo!” “¡Azul!” “¡Rojo!” “¡Amarillo!” “¡Amarillo!” “¡¡¡Amarillo!!!” “¡¡¡¡AMARILLOOOOOO!!!” “¡¡¡ESTÚPIDO CHINO TE ESTOY DICIENDO QUE ES AMARILLOOOOOO!!!”
Pienso escribir una queja a los fabricantes, porque los test que me hacen en el ambulatorio para ver qué tal tengo el alzheimer no son tan complicados. Pero vamos, que a mi ese doctor de pacotilla no me torea. Como me llamo María que antes de irme al otro barrio mi edad mental será la de una joven lozana de 20 años y la velocidad de trabajo de mi cerebro superará a la del Concorde.