martes, 29 de junio de 2010

Ahora os veo, bellacos...

Te dicen que estarás mejor, pero te dejan peor.
Te dicen que no sentirás nada, pero te dejan baldada.
Te dicen blanco, pero luego es negro.
En definitiva, mienten, hijo. Mienten como bellacos.
Yo creo que es una de las primeras lecciones que aprenden en la universidad. Deben de tener una asignatura llamada: “El arte de engañar al paciente. Cómo hacer creer a un tonto que vivirá cien años sin el intestino delgado cuando sabes que morirá mañana”.
Médicos.
Puaj.
Cuanto mayor te haces, más miedo te da que uno de ellos se cruce en tu camino. No los llaman matasanos por casualidad. Yo ni siquiera llevaba gafas y ahora me han dejado tuerta.
“Tiene usted una catarata en el ojo izquierdo, doña María. Vamos a practicarle una operación muy sencilla y notará una increíble diferencia”.
Para lo que hay que ver. Estaba bien como estaba. Me gustaba la cascada ésa que lo emborronaba todo. Mis nietas no eran tan feas, yo no era tan vieja, la casa no estaba tan sucia y el galán de la telenovela de La Primera era mucho más apuesto.
Me han jodido pero bien.
Y por si eso no fuera suficiente, han aprovechado para reírse a mi costa.
“¡Un loro y una pata de palo para la paciente de la habitación 206!”
El parche en el ojo izquierdo ya me lo habían puesto, claro. Muy graciosos. Podían haberme dado un billete para un crucero por el Caribe. Eso habría hecho que el trauma mereciera la pena.
Pero no hay mal que por bien no venga, hijo. Como ya estoy disfrazada, supongo que tengo una excusa para echar mano de la botella de ron.

Jo, jo, jo… una abuela pirata soy.


viernes, 18 de junio de 2010

Pena, penita, pena

Vamos a ver, hijo.
Ya sé que estamos en crisis y que las arcas del Reino están más vacías que una iglesia el primer día de rebajas. Ya sé que no hay dinero para derrochar en gastos superfluos, pero ¿no crees que el Gobierno debería enviar una copia del código penal a cada hogar de este país?
A una servidora le hubiera venido de fábula tener una a mano antes de poner en marcha su magnífico plan. Porque, al parecer, según no sé qué artículo del dichoso librito, no puedes subastar a tus nietas en eBay e irte de rositas.
Prrff.
Prrff.
(Ahora imagíname sacando la lengua y haciendo un gesto muy feo con la mano derecha).
¿Desde cuándo? En mis tiempos, si mi abuela hubiera decidido venderme en el extraperlo, como mucho la habrían acusado de intentar colar “gata por coneja”. ¿En qué clase de país vivimos, eh? ¿Qué tarado es el responsable de una ley que castiga a una pobre anciana por intentar librarse de la manada de hienas que tiene por nietas?
¡Me han tenido bajo arresto domiciliario durante un mes! Sin poder salir de casa. Sin derecho a llamar por teléfono. Sin posibilidad de comunicarme con el exterior. Y eso porque tengo 85 años y meter en la cárcel a alguien tan viejo se considera una crueldad.




Si me hubieran enviado al patíbulo me hubiera ido mejor. Resulta que, como no está una para hacer servicios a la comunidad, me han obligado a seguir una terapia de choque para recuperar el afecto hacia esas arpías.
Tratamiento (castigo) número 1: escribir 1000 veces “No volveré a subastar a mis nietas”.
Tratamiento (castigo) número 2: crear un collage con las fotos en las que aparecemos mis nietas y yo.
Tratamiento (castigo) número 3: tejer un jersey con la frase “Amo a mis nietas” escrita en el pecho. Y llevarlo. Todos los días.
Majaderos.
Hubiera preferido el electroshock. Pero, no obstante, reconozco que he aprendido la lección. Ya sabes, hijo: no odiarás a otros miembros de tu familia, cumplirás las leyes aunque desconozcas su existencia, no te dedicarás a la trata de blancas... y lo más importante: si quieres subastar a tus nietas y no ser arrestada en el intento, usarás el eBay de Dubái.

lunes, 17 de mayo de 2010

¿Alguien da más?

Ahora entiendo esa obsesión que tienen los curas con el perdón, hijo.
No tiene nada que ver con que sea lo correcto, ni con que te garantice una entrada para el Cielo.
Es simplemente el camino más fácil, el más saludable y, sin duda, el menos cansado.
Créeme, llevo dos semanas ideando formas para vengarme de mis nietas y, hablando en plata, estoy reventada.
He pasado un montón de noches en vela, despierta hasta las tantas de la madrugada, para poder ejercer de peluquera ocasional mientras mis nietas dormían. Tengo callos en las manos por las horas dedicadas a coser entre sí sujetadores con bragas y pantalones con camisas, y a cerrar los ojales de todas las chaquetas y quitar todas las cremalleras. Me han quedado secuelas por culpa del Super Glue. Porque mientras pegaba las hojas de los libros y adhería los zapatos al suelo y lo usaba para barnizar las sillas, los pomos de las puertas y los plátanos del frutero me colocaba a base de inhalar pegamento.
Y la verdad, ha sido entretenido, pero no sé si ha merecido el esfuerzo, hijo. Así que he decidido ser magnánima y perdonar a mis nietas por lo que me hicieron.
Sin embargo, ahora temo las represalias. Y como la pensión no me da para pagar un guardaespaldas que garantice mi seguridad las veinticuatro horas del día, me he visto en la obligación de tomar una decisión drástica.
Voy a subastar a mis nietas en eBay.
Me parece la solución más inteligente para librarme de ellas de una vez y para siempre. Ésta es la descripción de los productos:

Lote número 1: la nieta empresaria
Treinta y tantos. Gran corazón en un GRAN pecho. Excelente cocinera. Accesorios: negocio propio, cientos de zapatos, modelitos a tutiplén y bisutería para montar un rastrillo.
Lote número 2: la nieta licenciada
Veintitantos. Gran cerebro en una GRAN cabeza. Un hacha para cuestiones de dinero. Accesorios: libros para parar un tren, títulos suficientes para hacer una fogata en invierno y un enorme ego.
Lote número 3: la nieta emancipada
Veintipocos. Gran belleza en una GRAN percha. Perfecta para el tema reproductivo. Accesorios: casa propia, una subvención del gobierno para pagar el alquiler y un montón de cupones para el supermercado.

Yo creo que entre las tres podrías conseguir la mujer perfecta, hijo. ¿No te interesa?
La puja para cada lote empieza en 1 euro.
¿Alguien da más?

domingo, 2 de mayo de 2010

El secreto está en la mezcla

El otro día hice uno de mis postres favoritos, hijo, y he decido compartir contigo la receta. No te preocupes no es nada complicado, ya sabes que soy de gustos sencillos. ¿Y qué hay más sencillo que un flan de huevo?
Sí, lo sé. Lo que de verdad querías saber era cómo hago ese riquísimo bacalao a la vízcaina, pero, sinceramente, se me ha olvidado. Así que tendrás que conformarte con mi delicioso flan de toda la vida.
Ah, pero el mío es especial. Muy especial. Te diré que ingredientes usé:

500 ml de leche entera
5 huevos
200 gr de azúcar
1 botella de mistela
1 pizca de maldad
5 cucharadas de mi ingrediente especial
Una ramita de premeditación
Unas gotas de alevosía

Primero hice lo más difícil: darme valor. Así que cogí la botella de mistela y me bebí un buen trago. Después puse un par de cucharadas de azúcar en la flanera, junto con la ramita de premeditación y las gotas de alevosía, y las calenté a fuego lento. Cuando los ingredientes se licuaron, procedí a extender el caramelo por toda la superficie del molde con mucha pericia, evitando que se me cayera en un ojo o que se solidificara durante el proceso.
A continuación, en un bol aparte batí los huevos. Ya sé que lo normal es hacerlo con un tenedor o unas varillas, pero tengo 85 años, hijo, y me canso enseguida. Así que usé la batidora. Cuando empezaron a espumar, les añadí el resto del azúcar y la leche y lo mezclé todo bien. De nuevo con la batidora (a punto estuvo aquello de convertirse en mayonesa).
Mientras esperaba que la maquinita ejerciera su magia, me bebí un nuevo lingotazo de mistela, para recompensarme por el esfuerzo.
Finalmente, vertí la mezcla en la flanera y añadí mi ingrediente especial: cinco cucharadas de LAXATÓN, que según la chica de la farmacia es el rey de los laxantes, el purgante definitivo, el campeón de los medicamentos para… bueno, ya sabes para qué. Espolvoreé la pizca de maldad y lo metí al baño María en la olla exprés. También se puede hacer en el horno, pero en mi receta no está incluida la paciencia. Cuanto más rápido mejor. Así no hay posibilidad para el arrepentimiento.
Y, mientras contaba los minutos, me di ánimos con otro chupito de mistela. Y otro más. Y otro.
Después de media hora más o menos, ya estaba hecho. Lo saqué con cuidado (aunque me quemé los dedos y estuve a punto de tirarlo) y lo dejé enfriar.



¡Ah, qué olor más delicioso! Mi flan especial estaba listo para ser degustado. Y, ¿qué hice? Pues sí, hijo, me tomé otro vasito de mistela porque había que celebrarlo.
Para la hora de comer estaba un pelín achispada, para qué lo voy a negar, así que no me costó fingir que no tenía ganas de comer. Me senté y contemplé cómo mis tres nietas se lanzaban cual lobas hambrientas sobre el postre que su abuela, con tanto cariño, les había preparado, y se lo zampaban enterito.
Quince minutos después empezó el espectáculo. No describiré los detalles asquerosos pero te diré, hijo, que en mi casa sólo hay un baño.

Doña María: 1 – Nietas de Doña María: 0

Y esto es sólo el principio.

domingo, 25 de abril de 2010

El enemigo en casa

Falsas.
Mentirosas, ladinas, embusteras, manipuladoras, sinvergüenzas.
Majaderas.
Calumniadoras, tramposas, terroristas, pérfidas, bandidas, malvadas.
Canallas.
Arpías, marranas, bribonas, embaucadoras, desalmadas, fulleras.
Malas.
Y, encima, han tenido la desvergüenza de atentar contra mi blog y colgar un cartel de SE BUSCA.
Y me han acusado de latrocinio.
Y han insinuado que estaba en la playa con un amante cubano.
¡Y son ellas las que me han tenido abandonada todo este tiempo en un pueblo perdido de la mano de Dios!
Porque las muy zorras tenían que venir a buscarme cuando se terminara la Semana Santa, pero decidieron dejarme tirada quince días más.
¡Rodeada de mi familia! ¡Rodeada de viejos chochos!
¿Sabes a cuántos funerales he tenido que asistir en estas casi cuatro semanas, hijo?
¡A catorce! A poco más y me quedo sola en un pueblo fantasma. Se me ha descolorido el vestido negro de tanto usarlo.
Así que me he tenido buscar la vida para volver a casa. Y cuando llego, después de una auténtica odisea; después de haber usado todos los medios de transporte habidos y por haber (taxis, trenes, furgonetas, carros y burros), me las encuentro instaladas en mi piso. ¡Tumbadas en mi sofá, viendo mi tele y cambiando de canal con mi mando a distancia!
¡Ah! Pero en cuanto me han visto enarbolar el bolso, han salido corriendo como alma que lleva el diablo. Las muy cobardes.
Esto no se lo perdono, no señor. Sobre todo porque, con las prisas, me he dejado la maleta en el pueblo ¡y me he venido sin los chorizos!
Me las van a pagar, hijo. Me las van a pagar.

viernes, 16 de abril de 2010

Se busca


Altura: depende. 1,48 en posición normal y 1,59 en el hipotético caso de que alguien lograra ponerla derecha.
Peso: desconocido. Nadie ha conseguido subirla a una báscula desde 1989. Ella asegura que no ha engordado ni un gramo desde entonces pero digamos que, si bien es cierto que sus huesos han encogido, también se han "ensanchado".
Pelo: escaso y gris. Hace tres semanas que no va a la peluquería, así que es probable que se parezca a la abuela de Einstein.

Desapareció el jueves 1 de abril y fue vista por última vez en la estación de tren cuando se dirigía al pueblo para pasar la Semana Santa con su familia. Nunca llegó a su destino. Su hermana y su cuñado permanecieron 36 horas ininterrumpidas viendo pasar un convoy tras otro, presenciando la llegada de vacas, ovejas y varias piaras de cerdos pero ni rastro de doña María.
Hoy cumple 85 años y creemos que huyó de casa para evitar la celebración de su onomástica. Durante los últimos días que pasó con nosotras insistió, continuamente y hasta la saciedad, en que estaba harta de hacerse vieja y de que con cada nuevo año le salieran más arrugas y se le cayeran más dientes. Aseguraba no desear ningún tipo de fiesta especial que le recordara su "funesto" destino. Su madre falleció a los 85 años y está convencida de que, por mucho que los médicos se empeñen en alargar su vida a base de pastillas, le quedan dos telediarios.
La policía no descarta la posibilidad de que se haya infiltrado en algún viaje del Imserso y ahora mismo esté en Benidorm, tumbada al sol disfrutando de los masajes de un joven amante cubano.
Salió de casa con una enorme maleta negra en la que decía llevar un machete, una caja de matarratas, un vestido negro, cinco bragas y cuarenta pañuelos bordados. Pero hemos descubierto que también se llevó el título de su nieta la licenciada, los libros contables de su nieta la empresaria y las llaves de casa de su nieta la emancipada.
Si alguno de los lectores de su blog, esos a los que adora como si los hubiera parido, tiene noticias de ella, por favor, que se ponga en contacto con nosotras. Si la veis por la calle os recomendamos tener prudencia al abordarla porque, cuando se siente acorralada,tiende a usar el bolso como arma arrojadiza y podría dejar dejar baldado a cualquiera.

Abuela, si lees esto ¡¡¡YA ESTÁS VOLVIENDO A CASA Y DEVOLVIENDO TODO LO QUE TE LLEVASTE!!! Y que sepas que el enorme pastel que habíamos preparado para celebrar tu cumpleaños no lo vas a probar.


miércoles, 31 de marzo de 2010

Cerrado por vacaciones



Contenido de la ENORME maleta de doña María:

1 machete
1 caja de matarratas
1 vestido negro
5 bragas
40 pañuelos bordados

(Suerte que viajo en tren, porque con semejante equipaje, en el aeropuerto me arrestan por terrorista seguro)
No me voy al Caribe con el Imserso, hijo. ¡Ya me gustaría! (Lo de rodearme de viejos no, pero lo de tirarme al sol en la playa sería estupendo. Sobre todo porque estaría muy lejos de casa y podría ponerme en bañador sin pasar vergüenza).
Me voy al pueblo a visitar a la familia y, por si te lo estás preguntando, todo lo que llevo en la maleta tiene su razón de ser.
El machete es para abrirme paso entre la maleza que se habrá apoderado del jardín de mi casa. La caja de matarratas, para las alimañas que se habrán hecho fuertes en el interior. El vestido negro, para el funeral al que tendré que asistir, porque siempre que voy al pueblo algún conocido se muere (lo cual es normal teniendo en cuenta que toda la gente que conozco es octogenaria y está mucho peor que yo). Las bragas... eso está claro, ¿no? Y los pañuelos son para regalar a mis hermanas, a mis cuñadas, a mis primas, a mis amigas... en definitiva, a todas las mujeres del pueblo que siguen con vida.
Sé que la maleta va un poco vacía, pero así tendré espacio suficiente para traerme las patatas, los pimientos, los chorizos, el tocino y las calabazas que mi familia se empeñará en regalarme porque se piensan que en la ciudad, como no tenemos huerta ni corral, no nos alimentamos.
Y con la maleta preparada, estoy haciendo la ronda de despedidas. Le he dicho adiós al sillón con la forma de mi trasero, al mando de la tele con el número 1 borrado, al perro castrado, al gato perdido, a las nietas descarriadas y me faltabas tú, hijo. El único al que voy a echar de menos. Así que...
Adiós.
Volveré dentro de once días. Si en ese tiempo surge una emergencia, ¡a mí no recurras!
Esta abuela cierra por vacaciones y se va a un pueblo perdido donde no saben qué es eso de Internet.

lunes, 22 de marzo de 2010

De melones y carretas

Acabo de darme cuenta de que hace mucho que no te doy una lección, hijo. Seguramente a estas alturas estarás asilvestrado, corriendo libre por los prados sin una mano firme que te guíe. (A saber lo que estarás haciendo con las cabras).
Pero no te preocupes, que tu abuela postiza ha vuelto dispuesta a meterte en vereda. Deja que te cuente un cuento con moraleja.

Érase una vez una muchachita a la que llamaremos... María. Nuestra protagonista tenía sólo trece años pero era una adulta en toda regla. Había superado una guerra, se encargaba de mantener una casa y criaba a sus hermanos pequeños mientras sus padres trabajaban en el campo.
Pero a la joven María le faltaba algo para ser una mujer completa. Había algo de lo que carecía que la hacía profundamente infeliz.
La pobre María no tenía tetas.
Su cuerpo no había terminado de desarrollarse y daba lo mismo mirarla por delante que por detrás. De frente, plana como una puerta. De espaldas, lisa como una tabla. De perfil, un palo de escoba.
Además, era la única de sus amigas que carecía de una buena delantera. La Jacinta hacía años que usaba sostén. A la Tomasa le habían crecido de repente dos buenos me...locotones. Y la Javiera se enorgullecía de mostrar a la menor oportunidad su bien provisto escote.
María estaba desesperada. Se miraba y remiraba en el espejo del armario echando los hombros hacia atrás e inflando los pulmones. Como si la contemplación fuera suficiente para obligar a sus renuentes pechos a crecer.
Pero no crecían.
Y no lo hicieron durante el otoño, ni tampoco durante el invierno, ni durante la primavera, ni siquiera a lo largo del verano, cuando más los necesitaba.
Hasta que un día, cuando estaba a punto de aceptar que tendría que rellenar su sostén con pañuelos durante el resto de su vida, sucedió. Pop. De la nada surgieron un par de ciruelas. Pequeñas, enanas de hecho. Pero comenzaron a crecer.
Y siguieron haciéndolo durante el otoño y durante el invierno y durante la primavera y para cuando llegó el verano, sus ciruelas habían superado el tamaño de las manzanas de la Jacinta y el de los melocotones de la Tomasa y el de las naranjas de la Javiera. Y con el tiempo se convirtieron en algo digno de aparecer en algún libro de los records.
Fue así como, después de haber esperado tanto tiempo, María se convirtió en toda una mujer y en la embajadora mundial de los melones de Villaconejos.
Fin.



Moraleja:
...
Pues ahora mismo no me acuerdo, pero sé que la tenía. Era algo relacionado con esperar y desesperar pero se me ha ido el santo al cielo. Es que me he dado cuenta de que la pobre María tal vez debería plantearse una operación de reducción de pecho porque cuando estire la pata no sé yo si le cerrará la tapa del ataúd.