martes, 2 de junio de 2009

Comer o no comer. He ahí la cuestión

(El que avisa no es traidor. No leas esto antes de comer. Contiene referencias escatológicas que podrían provocarte un corte de digestión)

Es lo que tiene la crisis.
Que pagan justos por pecadores.
Un super jefazo de una supermultinacional se pega la gran vida, especula a placer, arriesga hasta los calzoncillos de sus clientes, y cuando la burbuja explota, él se exilia a una isla del Caribe y 5.000 curritos hacen fila frente a las oficinas del INEM.
Pues en mi casa igual.
Mi nieta la licenciada se queda sin trabajo (la culpa es suya ¿a quién se le ocurre estudiar historia? ¿Para qué sirve eso?) y yo me enfrento a morir envenenada cada día a la hora de comer. Porque claro, como la niña no tiene nada mejor que hacer (a parte de intentar apoderarse del mando a distancia) se dedica a cocinar.
¿Alguna vez has probado la caca, hijo?
¡Ba! No te pongas colorado. Seguro que cuando eras pequeño, en una de esas ocasiones en las que tu mamá te dejó a solas sentado en el orinal, tuviste la misma necesidad de experimentar que los demás. Todos hemos metido la mano donde no debíamos y hemos aprendido que lo que sale del cuerpo no debería volver a entrar.
Pues te aseguro que las “delicias” elaboradas por mi nieta la licenciada son mil veces peor que un plato de mierda. Yo estoy perdiendo la chaveta y no podría decirte los ingredientes exactos para cocinar un buen bacalao a la vizcaína, pero sé positivamente que el matarratas no forma parte de la receta.
Para que te hagas una idea, te cuento sus últimas innovaciones culinarias:
-Spaghetti boloñesa. Versión sin carne, pero con algo que parecían trozos de chorizo, con salsa de tomate extra dulce y tan blandos que… mmmm… se deshacían en la boca.
-Puré de calabacín no apto para hipertensos. Aderezado con un kilo de sal, enormes cachos de patata y trozos de miga de pan que pretendían ser picatostes, pero no lo eran.
-Zapatilla de ternera con ajos churruscados “sumergida” en dos litros de aceite de oliva.
-Dorada “del mar al plato”. Tan cruda, tan cruda que estoy convencida de que la pobre me guiñó un ojo.
Y como todo lo que cocina es tan repugnante que ni siquiera ella misma quiere probarlo, llevamos una semana encargando comida: chino, pizza, chino, pizza, chino, pizza…
Esta cría quiere acabar conmigo. ¡Me voy a poner como una foca! Y con la operación biquini ya iniciada, me veo este verano en la playa con traje de neopreno para ocultar los michelines. ¿Me visualizas? ¿Mi cuerpo serrano bien fajado con plástico negro?
¡Líbreme Dios de las licenciadas en paro con nulo talento para la cocina!
(A ésta tampoco la casamos, eso seguro)

2 comentarios:

Ana Iturgaiz dijo...

Pues dile a tu nieta que se deje de leer esas mandangas que lleva entre las manos y que se coja el recetario de las monjas carmelitas (y así además apechuga la crisis con cuatro cositas que tendrá por casa).

¡Ah! y que hay una cosa que se llama olla express que metes una patata, un tomate, un puerro, un chorrito de aceite y unas lentejas y milagrosamente sale un plato de lentejas.

La sal que la ponga en el salero.

Anónimo dijo...

La olla exprés le produce pavor. Me parece que se piensa que le va a estallar en la cara al abrirla.
Y no quiero ni pensar en el desastre que podría causar con un libro de cocina entre las manos. Seguro que las tapas terminaban en mi plato.
Veremos si con la práctica alcanza la perfección. Espero seguir viva para ver el milagro.