viernes, 3 de julio de 2009

¡Banzai!

Enfrente de mi casa están terminando de construir un edificio horroroso que me ha robado las vistas que tenía desde mi balcón.
Podría haberme quejado al Alcalde, podría haber llamado a la prensa para dar pena por televisión o podría haberme encadenado a una farola y haberme declarado en huelga de hambre. Pero no tengo vocación de mártir y total, tampoco es que yo sea de las que pierden el tiempo mirando por la ventana.
(Estoy demasiado ocupada viendo la tele, torturando a mis nietas y escribiendo este blog)
Hoy he salido de paseo y, aprovechando que no había curritos en la costa, me he colado en las obras.
¿Y para qué? ¿Para sabotearlas? ¿Para cometer algún acto vandálico?
Pues no hijo, no.
Me he colado con un propósito mucho más elevado.
Están terminando de pavimentar los soportales y he visto una montaña de baldosas en un rincón. Todas perfectamente apiladas.
No me he podido resistir.
He intentado coger una pero la muy jodida pesaba una tonelada. La he tirado al suelo. Se ha partido en cuatro trozos. Perfecto. Me he armado de valor, me he agachado, he cogido dos de los pedazos y me los he guardado en el bolso.
Lo he comprobado. No ha habido testigos de mi pequeño hurto.
Ahora ya estoy lista.
Bragas limpias. Hecho.
Ropa fácil de quitar. Hecho.
Zapatos cómodos. Hecho.
Adoquines en el bolso. Hecho.
Pues nada, hijo. Que me voy a las rebajas.
Necesito un sostén nuevo.

No hay comentarios: