jueves, 5 de noviembre de 2009

¡Qué bonito es el amor!

Pues claro que no.
Hazme caso, hijo. Es malo. Es un cáncer. Y causa estupidez crónica.
El otro día me encontré con una antigua vecina a la que sus hijos consiguieron encerrar en una residencia. (Y todo porque no me hizo caso cuando le aconsejé encadenarse a la nevera para evitar que se la llevaran).
Resulta que está encantada de la vida. Resulta que es la mujer más feliz del mundo. ¿Y por qué?
Porque nunca ha tenido dos dedos frente y es idiota.
Dice que se ha enamorado.
Dice que se va a casar.
¡¡A los 79 años!!
¿Para qué demonios quiere un marido a estas alturas de su vida? ¡Si le va a durar dos días! Porque no se ha comprometido con un jovencito lozano y saludable, no. Lo ha hecho con un viejo seis años mayor que ella. ¿Qué pretende? ¿No tuvo bastante con lavar los calzoncillos de su primer marido durante treinta años? ¿Ahora quiere pasar sus últimos días cambiándole los pañales al segundo?
Atontada.
Me han invitado a la boda.
No pensaba ir porque se celebrará en la residencia y no quiero arriesgarme a que alguna de las carceleras me confunda con uno de sus internos y luego no me dejen salir.
Pero he cambiado de opinión. Pienso ir, claro que sí.
Y cuando llegue el momento de tirar arroz sobre los novios, yo pienso lanzarle un ladrillo a mi vecina en toda la cabeza a ver si la muy tonta espabila y se da cuenta de que se ha casado con un vejestorio.
Con lo bien que se vive sola, cuando te has librado del marido, de los hijos y hasta de los nietos. ¿Quién, en su sano juicio, cambiaría semejante libertad por ver cada día al despertar un rostro como éste?


¿Ves como yo tenía razón? El amor no es ciego. Es una enfermedad. Un mal que afecta a la mente y que convierte un monstruo en un príncipe azul.
Y créeme, hijo. La única cura que parece funcionar es el ladrillazo en la cabeza.

(Por cierto, si la foto del novio está tan estropeada es porque fue tomada cuando aún era joven, así que imagina cómo es ahora)

9 comentarios:

Dara dijo...

Cuidado no te la cargues y dejes al buen hombre viudo el día de su boda. ¡Y a ver quien le cambia los pañales entonces!


miau
sonriente

Doña María dijo...

Querida Dara,
los efectos del ladrillazo son impredecibles. Puede entrar en razón, puede entrar en coma, o puede entrar en el cielo... Cualquier resultado me sirve.
Un abrazo

Verónica Valenzuela dijo...

Diga que sí Doña maria, yo estoy con usted!!!
Para que cojones quiere una a un hombre que ya ni siquiera te podrá dar un poco de gusto a cambio de la tortura de vivir con él!!!!!...
Al menos si fuera joven y atractivo, puedes matarle a polvos no ?
un besazo y siga tan despierta doña Maria.

Camaleona dijo...

Nos engañaron a todas con el tema del matrimonio... yo no entiendo a las mujeres que repiten, de verdad que no lo entiendo...
Láncele dos ladrillazos, uno el suyo y otro el mío, y por si no le acierta a la primera, que no sé cómo andará usted de puntería.

Pàola Morillo Saaghy dijo...

A Paulette le ha encantado toparse con tu Blog, sí que sí.

Un beso ;)

Doña María dijo...

Querida Morgan,
los hombres nos dan muy poco "gusto" y sí, en cambio, muchos disgustos.
Querida Camaleona,
tienes toda la razón. No puedo fiarme de mis reflejos. Llevaré dos ladrillos en el bolso por si acaso.
Querida Paulette,
si necesitas una abuela, yo tengo experiencia.

Un abrazo a todas

Olivia Ardey dijo...

¿Pero qué novio se ha echado que parece Nosferatu de viejo?

Dile a esa mujer que se apunte a una excursión del Inserso a Benidorm y verá qué material se menea en aquellos bailes.

Doña María dijo...

Querida Olivia,
dejemos que mi vecina se case con el primo feo de Drácula. ¿Dices que en Benidorm se pueden encontrar buenos partidos? Pues tendré que probar, a ver si encuentro alguno decente para mis nietas.
Un abrazo

Dinsmoor dijo...

jajaja sisi la mejor vacuna para el amor!! todas deberíamos tener un ladrillo en la cartera...