Te dicen que estarás mejor, pero te dejan peor.
Te dicen que no sentirás nada, pero te dejan baldada.
Te dicen blanco, pero luego es negro.
En definitiva, mienten, hijo. Mienten como bellacos.
Yo creo que es una de las primeras lecciones que aprenden en la universidad. Deben de tener una asignatura llamada: “El arte de engañar al paciente. Cómo hacer creer a un tonto que vivirá cien años sin el intestino delgado cuando sabes que morirá mañana”.
Médicos.
Puaj.
Cuanto mayor te haces, más miedo te da que uno de ellos se cruce en tu camino. No los llaman matasanos por casualidad. Yo ni siquiera llevaba gafas y ahora me han dejado tuerta.
“Tiene usted una catarata en el ojo izquierdo, doña María. Vamos a practicarle una operación muy sencilla y notará una increíble diferencia”.Para lo que hay que ver. Estaba bien como estaba. Me gustaba la cascada ésa que lo emborronaba todo. Mis nietas no eran tan feas, yo no era tan vieja, la casa no estaba tan sucia y el galán de la telenovela de La Primera era mucho más apuesto.
Me han jodido pero bien.
Y por si eso no fuera suficiente, han aprovechado para reírse a mi costa.
“¡Un loro y una pata de palo para la paciente de la habitación 206!”
El parche en el ojo izquierdo ya me lo habían puesto, claro. Muy graciosos. Podían haberme dado un billete para un crucero por el Caribe. Eso habría hecho que el trauma mereciera la pena.
Pero no hay mal que por bien no venga, hijo. Como ya estoy disfrazada, supongo que tengo una excusa para echar mano de la botella de ron.
Jo, jo, jo… una abuela pirata soy.